Tristezas y encuentros

Cuando el alma está triste hay inspiración.

En las historias quebradas encontramos razones sobre las que trabajar.

 

Pienso en el poder de la falta, el desánimo o cualquier otra circunstancia

que nos traiga desequilibrio como herramienta para crear.

El poder de las palabras como canal de sanación.

Un amigo que nos aprieta la mano cuando la oscuridad asusta.

 

Pero en la tristeza y el desconsuelo también hay búsqueda,

y si el protagonista en duelo es otro corremos atrás de las similitudes

y -sin querer- nos vemos envueltos en el traje de la empatía.

 

Al final de todo…

la tristeza, el desequilibrio o la falta 

son oportunidades de encuentro

y eso, HOY, es motivo para celebrar

 

¿Cómo nace este texto?

Hace casi un mes participo de un taller de escritura creativa llamado “El cuerpo escribe”, un espacio mágico que tiene lugar los días viernes en el Centro Cultural Rojas. Bajo este contexto nace este escrito

Lejos de ser una tarea o una actividad, se trató de una sorpresa que me dejó pensando. El pensamiento tomó forma porque mientas cenaba una lapicera y mi cuaderno me hacían compañía. Con claridad pero sin apuro salieron las palabras. Conmovida con lo que había sucedido necesité escribirlo no solo para volver a ese recuerdo cada vez que lo olvidara, sino porque Sara1 debía que saber el enorme regalo que me había dado

Aquella noche hablamos porque teníamos que realizar juntas una actividad asignada para la próxima clase. Hasta ese entonces, poco habíamos conversado y nuestra única actividad compartida no era más que la asistencia. 

Como todo curso hay consignas y desafíos. En esta oportunidad debíamos compartir nuestros texto con dos compañeros -se trataba de una carta dirigida a un lugar entrañable (en mi caso fue el SUM de mi colegio)- para que estos al leerla le envíen preguntas a la versión futura de aquel remitente. 

Llegó el momento de compartirle mi texto a Sara y de enviarle mis preguntas a su lugar entrañable, una farmacia a la que había asistido durante su juventud mientras cuidaba de su madre enferma, pero algo “interrumpió” el compromiso de nuestro intercambio. 

Para mi sorpresa, Sara me confesó la enorme angustia y tristeza que la atravesaba aquel día de invierno donde solo cabía espacio para lágrimas y vacío. Sin conocerla, ni preguntarle comenzó a hablar. Su transparencia me conmovió. Era la segunda vez que aquel taller me regalaba una proximidad tan grande con personas a las que apenas había visto o incluso quizás, solo leído sus textos

Su fragilidad y su autenticidad por permitirse ser me impactaron. No pude evitar cargar de sentido aquel encuentro para registrar en él no solo una invitación a la reflexión, sino el enorme regalo de haber sido elegida para presenciar un acto tan desnudo y real

Entender y concebir al dolor como un puente que nos conecte con los demás y con nosotros mismos en tiempos donde la pausa y la escucha escasean es un montón. 

Creo que si entendemos el poder de la sensibilidad y nos animamos a cultivarla entonces quizás todo tendría más sentido y las respuestas a muchos vacíos surgirían. Pero para eso, siendo honesta, todavía nos creo poco valientes

En resumen: de lo gris y desde la angustia siempre podemos trabajar. Lejos de romantizar el drama creo que hay algo muy poderoso en la palabra y en dejarnos abrazar por los demás y por nosotros mismos.


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